Cuando nacemos, el ser humano que nos recibe, ya sea nuestra madre y familiares, ya tiene una historia, una cultura y creencias, las cuales serán transmitidas a nuestra conciencia, que está en un punto de formación.
Nacer en un siglo donde los avances sociales, en cuanto a política y tecnología, crecen a niveles estratosféricos puede generarte confusiones o moldear tu forma de pensar. Si te tocó nacer en Europa, África, Asia o América Latina, cada continente, en su conformación territorial de países, también está formado por un entramado de ideologías, formas culturales y políticas que se basan en religiones y valores morales que conforman la cultura.
Tu persona, tu esencia, tu energía estarán predestinadas en tu crecimiento por las demás energías dominantes, como la de tus padres, familia, colegio, etc. A medida que creces, te autodescubres interiormente, identificas qué sientes, cuál es tu misión y qué quieres para el futuro. Comienzas a despertar eso que llamamos conciencia propia. Algunos la despiertan con más intensidad, y otros, poco a poco. Incluso, hay quienes nunca la despiertan.
Todo esto depende de tu experiencia de vida. Todo empieza por el viaje que emprendas hacia tu autodescubrimiento y la búsqueda de ese crecimiento personal. Debemos mejorar en muchos aspectos, principalmente en nuestros hábitos. Los hábitos son la principal forma de liberarnos de esa coacción social impuesta.
En cada continente, sin importar el nivel de conservadurismo o si alguien se considera «open mind», siempre habrá, a nivel global, grupos o asociaciones que deseen imponer formas de pensar y actuar. Siempre debemos enfocarnos en nosotros mismos, en cómo el entorno nos afecta o cómo afecta a los demás. Nosotros mismos somos el principal factor de cambio para influir en la sociedad de manera positiva.
Dejarnos llevar por una noticia o un rumor, que puede afectar nuestras emociones, es permitir que eso actúe sobre nuestra conciencia. La conciencia es algo que debemos cuidar mucho; es lo más preciado que tenemos como seres pensantes, lo que nos diferencia de todas las demás especies que habitan el planeta Tierra. No obstante, es importante ver de qué manera alimentamos nuestra mente y cómo la nutrimos. Cuando hablo de nutrir, me refiero desde la alimentación hasta lo que vemos, leemos e informamos.
Hay cosas que están hechas, no precisamente para el bien de tu conciencia; de hecho, casi todas están hechas para perjudicarte y mantenerte entretenido o distraído. Incluso mientras escribo este artículo, pienso en que a mí me sucede frecuentemente.
¿En qué consiste el autocontrol de las tentaciones?
Sabemos que el mundo está lleno de tentaciones para nuestros deseos. El autocontrol son hábitos saludables que nos imponemos a nosotros mismos para mejorar en algún aspecto de nuestra vida, ya sea en lo laboral, en la salud o en el ocio. Pero sabemos que el autocontrol no es fácil, y aún más cuando ya estamos acostumbrados a ciertas tentaciones que queremos dejar.
El ego es una de las principales luchas diarias para poder modificar nuestros hábitos. El ego quiere dominar nuestra conciencia y decirle qué debe hacer según sus deseos.
Un estudio realizado en Würzburg, Alemania, consistió en un experimento donde a un grupo de personas se les dio un buscapersonas que se activaba cada vez que sentían un deseo. Al activarse, se les hacían un par de preguntas. Se encontró que la mayoría de los participantes sentían deseos en un 50% de sus actividades cotidianas. Respecto a su autocontrol, solo el 80% pudo contenerse de ceder a esos deseos. El experimento también concluyó que las personas con mayor autocontrol no necesariamente sentían menos deseos, sino que, a pesar de sentir el mismo impulso, su capacidad para controlarlo era superior. Por ello, tenían un mayor control en su vida diaria (La vida secreta de las personas con alto autocontrol – es más fácil de lo que crees, Riikka Iivanainen, 2024).
En conclusión, el autodescubrimiento y el desarrollo de la conciencia son procesos constantes y personales. Vivimos en un mundo lleno de estímulos y tentaciones, pero la clave está en cómo manejamos nuestro entorno y en la capacidad de autocontrol que desarrollemos. Al final, nuestra conciencia, si la cultivamos bien, es lo que nos permitirá crecer, superar obstáculos y tener una vida más plena.